En el terreno del planeta Venus la temperatura es cercana a los 464 grados centígrados, lo suficiente para fundir plomo, y la presión es de más de 90 atmósferas, la misma que un abismo en el océano a casi un kilómetro de profundidad. El espeso ambiente fértil en ácido sulfúrico y con un fuerte efecto invernadero complica aún más su exploración. En semejantes condiciones, las sondas espaciales que han alcanzado la superficie han funcionado durante menos de dos horas como máximo, y la exploración del planeta ha continuado a través de naves que lo orbitan. Pero una compañía de los EE.UU., Northrop, está diseñando una nueva opción nueva de vehículo para la investigación espacial: un drone inflable, impulsado, capaz de planear durante un año a media altura en Venus. El concepto está aún por depurar desde el punto de vista del desarrollo de tecnologías necesarias y de pruebas con arquetipos. Sin embargo, sus responsables son positivos y ambicionan conseguir en la selección que realizará la NASA en otoño de este 2015, a través del programa Nuevas Fronteras de misiones planetarias futuras, con una subvención de 880 millones de euros y para estar listos en torno al año 2021.
El vehículo aéreo no tripulado llamado VAMP, de en inglés (Plataforma Atmosférica Maniobrable en Venus), de 55 metros de amplitud, despegaría de la Tierra en un cohete usual, viajará en una nave interplanetaria, se desplegaría al llegar a Venus hinchándose con hidrógeno y comenzaría a volar con una carga de 50 kilos de instrumentos científicos.
“El VAMP es un avión muy grande, aunque increíblemente liviano, que incorpora distintas capacidades de Northrop Grumman en drones desplegables, semiflotantes, y en tecnología espacial, en un aeroplano de exploración planetaria singular”, afirma la compañía, sobresaliendo que el objetivo es conseguir “un vehículo de liviana maniobrabilidad, velocidad, resistencia y capacidad para transportar carga útil”. El drone, indica, podría planear entre varios meses y un año a través de la atmósfera de Venus, “compaginando fases de vuelo propulsado y de planeo” a una altitud entre 50 y 70 kilómetros sobre la superficie.
A esa altitud, las condiciones mejoran mucho respecto a la superficie: la presión es semejante a la que existe en la superficie de la Tierra, y la temperatura es en torno a los 15 grados, ilustra Space.com. Si bien las densas nubes de ácido sulfúrico sigue siendo un inconveniente que requiere soluciones radicales, por ejemplo, en componentes. El VAMP, planeando allí, permitiría capturar información científica importante sobre la atmósfera y su interacción con el área. No obstante el vehículo tendría que ejecutar con éxito pruebas con prototipos en entornos equiparables a los de destino para tener alguna opción de ser elegido por la NASA, comenta Space.com, citando a SpaceNews:
“Diversas sondas de descenso de la desaparecida Unión Soviética se posaron en Venus. Solo tuvieron la capacidad de enviar información durante muy poco tiempo porque las extremadamente altas temperaturas y la presión las aplastaron y fundieron”, rememoran los especialistas del Caltech, Centro de Procesamiento Infrarrojo y Análisis en los Estados Unidos en la web Cool Cosmos. “El 15 de diciembre del año 1970, la nave automática soviética Venera 7 fue el primer artefacto que se posó en otro planeta. Calculó la temperatura de la atmósfera en Venus. En 1972, la Venera 8 se hizo con datos atmosféricos y del terreno al cabo de 50 minutos tras tomar tierra y, el 22 de octubre de 1975, la Venera 9 descendió allí e hizo la primera fotografía de la superficie de Venus”. La sonda Venera 12 fue la más longeva en el planeta; fue capaz de enviar información durante 110 minutos en el año 1978.
Más recientemente, dos sondas espaciales han posibilitado conocer Venus gracias a los datos tomados durante años en órbita; la Magellan, de la NASA, estuvo orbitando el planeta desde el año 1990 a 1994 y su inspección con radar de la superficie permitió, por ejemplo, elaborar un mapa detallado. Desde abril del año 2006 hasta diciembre del pasado 2014, ha sido la muy provechosa Venus Express, de la ESA, (Agencia Europea del Espacio), la última misión en ese planeta vecino. Un total de casi 40 misiones de rastreo que ha tenido éxito en Venus.
La alternativa de los científicos de Northrup es ese vehículo aéreo no tripulado para planear por la infernal atmósfera de Venus. “El VAMP empleará motores nutridos por paneles solares y el calor emitido por la desintegración de un poco de plutonio 328 radiactivo”, comentaba el pasado 2014 la web PhysOrg. Durante la noche, el UAV volaría y, dado los fuertes vientos del planeta, los técnicos han calculado que podría orbital Venus al completo cada seis días. Los datos obtenidos podrían ser emitidos a la Tierra mediante la nave interplanetaria en la que el dron habría viajado hasta Venus, que se quedaría allí en órbita haciendo de repetidor de comunicaciones. La meta de una misión así es entender mejor la atmósfera, y si hubiese éxito, podría convertirse en la base de futuros vehículos aéreos no tripulados de investigación en otros planetas del Sistema Solar, como son Marta o la lejana luna de Saturno, Titán.
Una mirada hacia el firmamento
Resulta fascinante como en tan poco tiempo los drones no solo han conquistado nuestro cielo, sino que parece ser que ya se les ha quedado corto y posan sus miras en el firmamento de otros planetas, como es el caso de Venus.
Si hay un sector a destacar donde realizar carrera profesional que esté por encima del resto con diferencia, este es sin duda “la carrera espacial”. Un sector donde ahora más que nunca, el ingeniero con profundos conocimientos en diseño aeronáutico, en UAV´S o experto en Lean puede posar su mirada hacia los confines del cosmos.